Una pintura rupestre es todo dibujo o boceto prehistórico
que existe en algunas rocas y cavernas. El término «rupestre» deriva del latín
rupestris, y éste de rupes (roca). De modo que, en un sentido estricto,
rupestre haría referencia a cualquier actividad humana sobre las paredes de
cavernas, covachas, abrigos rocosos e, incluso farallones o barrancos, entre
otros. Desde este aspecto, es prácticamente imposible aislar las
manifestaciones pictóricas de otras representaciones del arte prehistórico como
los grabados, las esculturas y los petroglifos, grabados sobre piedra mediante
percusión o erosión. Al estar protegidas de la erosión por la naturaleza del
soporte, las pinturas rupestres han resistido el pasar de los siglos.
Se trata de una de las manifestaciones artísticas más
antiguas de las que se tiene constancia, ya que, al menos, existen testimonios
datados hasta los 40.000 años de antigüedad, es decir, durante la última
glaciación. Por otra parte, aunque la pintura rupestre es esencialmente una
expresión espiritual primitiva, ésta se puede ubicar en casi todas las épocas
de la historia del ser humano y en todos los continentes exceptuando la
Antártida. Las más antiguas manifestaciones y las de mayor relevancia se
encuentran en España y Francia. Se corresponden con el periodo de transición
del Paleolítico al Neolítico. Del primero de los periodos citados son las
extraordinarias pinturas de la Cueva de Altamira, situadas en Santillana del
Mar, Cantabria (España).
Estas pinturas —y las otras manifestaciones asociadas—
revelan que el ser humano, desde tiempos prehistóricos, organizó un sistema de
representación artística, se cree, en general, que está relacionado con
prácticas de carácter mágico-religiosas para propiciar la caza. Dado el alcance
cronológico y geográfico de este fenómeno, es difícil, por no decir, imposible,
proponer generalizaciones. Por ejemplo, en ciertos casos las obras rupestres se
dan en zonas recónditas de la cueva o en lugares difícilmente accesibles; hay
otros, en cambio, en los que éstas están a la vista y en zonas expeditas y
despejadas.
Cuando la decoración está apartada de los sitios ocupados por el
asentamiento se plantea el concepto de santuario cuyo carácter latente subraya
su significado religioso o fuera de lo cotidiano. En los casos en los que la
pintura aparece en contextos domésticos es necesario replantear esta noción y
considerar la completa integración del arte, la religión y la vida cotidiana
del ser humano primitivo.
- En las pinturas rupestres del Paleolítico se simbolizan animales y líneas.
- En el Neolítico se representaban animales, seres humanos, el medio ambiente y manos, representando además el comportamiento habitual de las colectividades y su interacción con las criaturas del entorno y sus deidades. Entre las principales figuras presentes en estos grafos encontramos imágenes de bisontes, caballos, mamuts, ciervos y renos, aunque las marcas de manos también ocupan un porcentaje importante. Frecuentemente se muestran animales heridos con flechas.
Los motivos y los materiales con que fueron elaboradas las distintas pinturas rupestres son muy similares entre sí, a pesar de los miles de kilómetros de distancia y miles de años en el tiempo. Todos los grupos humanos que dependían de la caza y recolección de frutos efectuaron este tipo de trabajo pictórico.
En la pintura rupestre generalmente se usaban uno o dos
colores, incluyendo algunos negros, rojos, amarillos y ocres. Los colores
también llamados pigmentos eran de origen vegetal como el carbón vegetal, de
fluidos y desechos corporales como las heces, compuestos minerales como la
hematita, la arcilla y el óxido de manganeso, mezclados con un aglutinante
orgánico resina o grasa.
Las cuevas se ubican totalmente bajo el suelo y en
consecuencia se hallan en una oscuridad casi completa. Se cree que los antiguos
artistas se auxiliaban con unas pequeñas lámparas de piedra llenas de tuétano.
Los colores se untaban directamente con los dedos, aunque
también se podía escupir la pintura sobre la roca, o se soplaban con una caña
hueca finas líneas de pintura. En ocasiones los pigmentos en polvo se
restregaban directamente en la pared y asimismo se los podía mezclar con algún
aglutinante y aplicar con cañas o con pinceles rudimentarios. Como lápices se
usaban ramas quemadas y bolas de colorante mineral aglutinadas con resina. A
veces se aprovechaban desniveles y hendiduras de la pared para dar la sensación
de volumen y realismo.
A menudo las siluetas animales se marcaban o raspaban para
generar incisiones y así producir un contorno realista y notorio en la roca.
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